domingo, 17 de agosto de 2008

ORION EL QUE ORINA.

(Mitologia e Historia por Manuel Gutiérrez)

Según la mitología más aceptada Orión, el gigante cazador, es hijo de Posidón y de la Madre Tierra (Gea) o para otros de Euríale una de las Górgonas inmortales. De su padre había aprendido a andar sobre las aguas.

Otras genealogías explican el nacimiento de Orión, al que llaman Urión el que orina, esta manera:

En cierta ocasión Zeus, Posidón y Hermes visitaron de incógnito a Hirineo, un apicultor viudo e impotente, que los recibió hospitalariamente. En prueba de gratitud los dioses le pidieron un deseo y él respondió que deseaba un hijo.

Orión, el cazador le mandaron sacrificar un buey y extender la piel en el suelo. Así lo hizo, y orinando los dioses sobre ella le mandaron enterrarla durante nueve meses en la tumba de su mujer. Al cabo de ese tiempo nació Urión, el que orina.

Según otras versiones el que orinó, por orden divina, fue el propio Hirineo.

Visitando Hiria en la isla de Quíos se enamoró de Mérope, hija del rey Enopión al que pidió que consintiera el matrimonio. Este puso como condición que librase a la isla de las peligrosas fieras que la infestaban.

Orión se dispuso a hacerlo y cada día presentaba a Mérope las pieles de las piezas abatidas. Cuando concluyó en trabajo pidió al rey que cumpliera su trato y Enopión , con la excusa de que había rumores sobre la persistencia de algunas fieras en algún rincón de la islas, se negó al matrimonio. La realidad es que Enopión estaba enamorado de su propia hija.

Una noche Orión, para olvidar sus penas, bebió un odre de vino que le inflamó hasta tal punto que irrumpió en el dormitorio de Mérope y se acostó con ella.

Al amanecer, enterado Enopión de la infamia, invocó a su padre Dioniso para vengarle. Este envió a un cortejo de sátiros para invitar a Orión a beber más vino hasta que se durmiese. En este punto, Enopión le sacó los ojos y los arrojó al mar.

Un oráculo anunció que Orión recobraría la vista si viajaba hasta el confín de occidente y volvía su mirada a oriente en el momento en que el sol se elevara sobre el océano.

Orión embarcó en una pequeña nave y guiado por el sonido del martilleo de un Cíclope remó hasta llegar a Lemnos. Se dirigió a la fragua de Hefesto donde tomando sobre sus hombros al aprendiz Cedalión emprendió el viaje hasta los confines del océano.

Llegado a su destino Eos, la aurora, se enamoró de él y al mirar a oriente, Helios le devolvió la vista, cumpliéndose así el oráculo.

Durante el regreso, Orión y Eos llegaron al templo de Apolo en la isla de Delos donde Eos invito a Orión a acostarse con ella siendo sorprendidos por Apolo al amanecer. Desde entonces, cada día, la Aurora se ruboriza recordando la indiscreción.

Regresó a Quíos para vengarse de Enopión, pero éste advertido, se refugió en un cámara subterránea construida por Hefesto.

Orión se dirigió a Creta, donde creía que podía haberse refugiado Enopión, pues era nieto del rey Minos. Durante el camino se encontró a Ártemis que le invitó a formar parte su cortejo y a olvidar su venganza.

Durante la compañía de Ártemis, Orión no dejaba de jactarse de sus hazañas de cazador, decía que era capaz de librar todas las tierras de sus fieras, de perseguir a las ninfas del cortejo de Ártemis. Así conoció y persiguió durante años a las Pléyades hasta que los dioses las transformaron en palomas.

Apolo, que no olvidaba la afrenta, temió que Ártemis siguiera los pasos de Eos y se propuso castigar a Orión. Para ello pidió ayuda a la Madre Tierra que envió un escorpión monstruoso para que le persiguiera. Orión le atacó con flechas y a espada pero el caparazón resistía. Entonces se sumergió en el mar y se dirigió a Delos para solicitar la protección de Eos. Pero Apolo acudió a Ártemis diciendo que el gigante Candaor había seducido a Opis, una de sus sacerdotisas, y que huía de su presencia. Ártemis apuntando al horizonte disparó una flecha que atravesó la cabeza de Orión.

Para otros la muerte de Orión fue consecuencia de la picadura del escorpión en su pierna.

En cualquier caso, Orión no se merecía una muerte tan indecorosa y los dioses, en su memoria, le colocaron en el cielo acompañado por sus perros, luchando con el Toro, persiguiendo eternamente a las Pléyades y huyendo del Escorpión.

En recuerdo de esta tragedia, desde entonces la salida de Orión al anochecer conmociona la naturaleza con las lluvias, los vientos, y las tempestades del invierno.

Véanse las mitologías de Toro, Escorpión, Can Mayor y Can Menor.