Alí: Tu más reciente disco
[John Lennon-Plastic Ono Band] y tus más recientes declaraciones
públicas, especialmente las entrevistas en Rolling Stone, sugieren que
tus puntos de vista se han vuelto más y más radicales y políticos.
¿Cuándo comenzó a ocurrir esto?
Lennon: Siempre he sido propenso a lo político,
¿sabes?, y estoy contra el statu quo. Es lo básico cuando creces, como
yo, odiando y temiendo a la policía como un enemigo natural y desprecias
al ejército como un ente que se lleva lejos a tantos –y los abandona,
muertos, en alguna parte. Es decir, es lo básico para la clase
trabajadora, pero comienza a deslavarse cuando creces, te haces de
familia y te ves tragado por el sistema. En mi caso nunca he dejado de
tener mentalidad política, aunque la religión tendió a encubrírmela
durante mis días de pasón con ácido, en 1965 o 1966. Y esa religiosidad
era el resultado directo de toda la mierda de ser superestrellas; era
una salida a mi propia represión. Pensaba: debe haber algo más en la
vida, ¿no? Esto no es todo, ¿verdad?
Pero siempre fui propenso a lo político en cierto sentido, ¿sabes? En
los dos libros que he escrito, aunque los escribiera en esa suerte de
aparente sinsentido joyceano, siempre había críticas a la religión,
incluso tengo una obra de teatro entre un obrero y un capitalista.
Satiricé al sistema desde niño. Escribía y confeccionaba revistas en la
escuela y las repartía por ahí. Tenía mucha conciencia de clase, siempre
con una astilla en el hombro (como se dice en el barrio), porque
entendía lo que me ocurría y sabía de la represión de clase que se nos
venía. Eso era un pinche dato, que en el huracán Beatle se me quedó
fuera, y me fui mucho más allá de la realidad por un rato.
Alí: ¿Cuál crees que haya sido la razón del éxito de la música que hacían?
Lennon: Bueno, en ese entonces se pensaba que los
obreros se habían colado a los reflectores, pero me doy cuenta en
retrospectiva que se trataba del mismo acuerdo chafa que les dieron a
los negros; era como cuando le permitieron a los negros ser corredores,
boxeadores o animadores. Esa fue la opción permitida entonces –la salida
es ser artista pop, que es exactamente lo que estoy diciendo en la
canción “Working class hero” [Héroe de la clase obrera]. Como le dije a
Rolling Stone, es la misma gente la que detenta el poder, el sistema de
clases no ha cambiado ni tantito.
Por supuesto, ahora hay mucha gente que se pasea con el cabello largo y
algunos de los chavos de la clase media estilera usa ropajes bonitos.
Pero nada ha cambiado, excepto que ahora nos acicalamos un poco mientras
que los mismos cabrones lo manejen todo.
Blackburn: Por supuesto, la idea de clase es algo que los grupos de rock estadunidenses todavía no cachan.
Lennon: Porque todos son de la clase media y de la
burguesía y no quieren que se note. Le tienen miedo a los obreros, de
hecho, porque los obreros parecen ser de derecha en Estados Unidos, y se
aferran a sus bienes. Pero si estos grupos de clase media se dieran
cuenta de lo que está ocurriendo, y de lo que ha hecho el sistema de
clases, podría repatriarse mucha gente y salirse de toda esa mierda
burguesa.
Alí: ¿Cuándo empezaste a romper con el papel que te impusieron por ser un Beatle?
Lennon: Aun durante la época de intensidad Beatle
intenté ir contra esto, y también George. Fuimos unas cuantas veces a
Estados Unidos y Epstein siempre trataba de echarnos rollo al respecto,
que no dijéramos nada acerca de Vietnam. Así que llegó un punto en que
George y yo le dijimos: “Escucha bien, la próxima vez que nos pregunten,
vamos a decir que no nos gusta la guerra y que pensamos que deberían
salirse de ella.” Y eso hicimos. En ese entonces era algo muy radical,
especialmente para los Fabulosos Cuatro. Esa fue la primera vez que tuve
la oportunidad de agitar un poco mi bandera.
Pero tengan presente que siempre me he sentido reprimido. Todos
estábamos con tanta presión que apenas si había chance de expresarnos,
especialmente trabajando a ese ritmo, de gira todo el tiempo, mientras
nos mantenían en una especie de capullo de mitos y sueños. Es muy
difícil ser César y que todo mundo te diga lo maravilloso que eres y te
den tanta cosa rica y tantas mujeres; es muy difícil romper con todo eso
y decir, “bueno no quiero ser rey, quiero ser real”. Así que la segunda
cosa política que hice fue decir: “Los Beatles son más grandes que
Jesús.”
Eso sí que rompió el escenario. Casi me dan de tiros en Estados
Unidos por eso. Fue un gran trauma para todos los chavos que nos
seguían. Hasta entonces había una política no explícita de no contestar
ninguna cuestión delicada. Pero yo leía los periódicos, ¿sabes?, las
páginas de política. La conciencia continua de lo que estaba ocurriendo
me hizo avergonzarme de no estar haciendo nada. Estallé porque no podía
seguir jugando el mismo juego nunca más, era demasiado para mí. Por
supuesto, ir a Estados Unidos me metía más presión, sobre todo porque
había guerra. De algún modo resultamos ser un Caballo de Troya. Los
Fabulosos Cuatro llegamos a la cima y luego le cantamos a las drogas y
al sexo, y luego nos metimos en ondas más y más pesadas –ahí es donde
comenzaron a abandonarnos.
Blackburn: ¿No era ésta una doble carga de lo que habían hecho desde el principio?
Ono: Siempre fueron muy directos.
Lennon: Bueno, sí, lo primero que hicimos fue
proclamarle al mundo nuestra liverpulidad, y dijimos, “está bueno venir
de Liverpool y decir todo esto”. Antes, cualquier gente de Liverpool que
la hacía, como Ted Ray, Tommy Handley, Arthur Askey, tuvieron que
deshacerse de su acento para entrar a la BBC. Sólo eran comediantes,
pero eso es lo que llegaba de Liverpool antes de nosotros. Pero nosotros
nos negamos a ese juego. Después de que los Beatles llegaran a la
escena, todo mundo comenzó a hablar con acento liverpuliano.
Alí: ¿De algún modo seguían pensando políticamente cuando criticaron la revolución?
Lennon: Ah, claro, “Revolution”. Hubo dos versiones
de esa canción pero la izquierda subterránea sólo resaltó la que decía
“pues no cuenten conmigo”. La versión original en el LP decía “cuenten
conmigo”; puse las dos porque no estaba seguro. Hubo una tercera versión
que era meramente abstracta, música “concreta”, circuitos o “bucles”
musicales, gente gritando. Yo pensaba que estábamos pintando el retrato
de una revolución –pero me equivocaba, ¿saben? Y mi error fue
antirrevolucionario.
En la versión que salió como disco sencillo, dije: “Y si hablan de
destrucción no cuenten conmigo.” Yo no quería que me mataran. En
realidad no sabía mucho de los maoístas, pero sabía que parecían ser
pocos en Gran Bretaña y sin embargo se pintaban de verde y se paraban
frente a la policía en espera de que los apalearan. Me parecía que todo
ello era muy poco sutil, ¿sabes? Pensaba que los revolucionarios
comunistas originales se coordinaban un poco mejor y no lo andaban
gritando de aquí para allá. Así era como me sentía: en realidad estaba
formulando una pregunta. Siendo de origen obrero estuve siempre
interesado en Rusia y en China y en todo lo relacionado con la clase
obrera, aunque estuviera jugando el juego capitalista.
En algún punto estuve tan metido en la mierda religiosa que iba por
ahí ufanándome de ser un comunista cristiano pero, como dice Janov, la
religión es locura legalizada. Fue la terapia lo que me desnudó de todo
eso y me hizo palpar mi propio dolor.
Blackburn: Ese analista al que fuiste, ¿cómo se llamaba?
Lennon: Janov.
Blackburn: Sus ideas parecen haber tenido aspectos
comunes con Laing en cuanto a que él no pretende reconciliar a la gente
con su miseria, o adaptarlos al mundo, sino más bien buscar que
enfrenten las causas.
Lennon: Bueno, su punto es que sientas el dolor que
está acumulado en tu interior desde tu niñez. Tuve que hacerlo para
acabar con todos esos mitos religiosos. En la terapia sientes cada uno
de los momentos dolorosos en tu vida. Es tormentoso. Te ves forzado a
reconocer que tu dolor, ése que te hace despertar con miedo y con tu
corazón latiendo acelerado, es realmente algo tuyo y no el efecto de
alguien en el cielo. Tiene que ver con tus padres y tu entorno. Conforme
acepté esto, todo comenzó a caer en su lugar. Esta terapia me forzó a
deshacerme de toda la mierda de Dios. Conforme crecemos, todos debemos
lidiar con demasiado dolor. Aunque lo reprimamos, sigue ahí. La peor de
las penas es no ser querido, es darte cuenta de que tus padres no te
necesitan del mismo modo que tú los necesitas a ellos.
Cuando niño experimenté momentos de no querer ver la fealdad, de no
querer ver que no era deseado. Esta falta de amor se me metió en la
mirada y me llegó al fondo del alma. Janov no sólo te habla de esto sino
que te hace sentirlo. Una vez que tú mismo te permites sentirlo de
nuevo, ya hiciste buena parte del trabajo tú solo.
Cuando te despiertas con el corazón batiendo a toda prisa y con toda
la espalda contraída, o cuando desarrollas algún otro tipo de cruda
moral, debes dejarte ir hacia el dolor y el dolor mismo regurgita el
recuerdo que originalmente ocasionó que lo suprimieras en tu cuerpo. De
este modo el dolor se encausa en el canal correcto en vez de ser
reprimido de nuevo, como cuando tomas una píldora o un baño, diciéndote
“ya pasó”. La mayoría de la gente encauza su dolor hacia Dios o a la
masturbación o a algún sueño de logros.
La terapia es como un lento viaje con ácido que ocurre naturalmente
en tu cuerpo. Es difícil hablar de ella, ¿sabes?, porque sentir que “tú
eres el dolor” suena bastante arbitrario, pero para mí, ahora, una vez
que sentí físicamente todas estas extraordinarias represiones, el dolor
tiene otro sentido. Fue como quitarme los guantes y sentir mi propia
piel por vez primera. Es jodido decirlo, pero no creo que puedas
entenderlo a menos que lo experimentes (estoy tratando de poner algo de
esto en el álbum nuevo).
En todo caso, es parte de disolver el viaje de Dios, o el viaje de la
figura paterna. Enfrentar la realidad en lugar de buscar alguna clase
de paraíso celestial.
Blackburn: ¿Piensas que la familia en general es la fuente de estas represiones?
Lennon: El mío es un caso extremo, ¿sabes? Mi papá y
mi mamá rompieron y nunca vi a mi padre hasta que tenía yo veinte años,
ni vi tampoco mucho a mi madre. Pero Yoko sí tuvo a sus padres y le fue
igual.
Ono: Quizá sientes más dolor cuando tus padres están
ahí. Es como cuando tienes hambre, ¿sabes?, es peor contar con el
símbolo de una hamburguesa con queso que estar sin la hamburguesa. No te
hace nada bien, ¿sabes? Con frecuencia querría que mi madre hubiera
muerto para que al menos hubiera yo contado con alguna compasión por
parte de la gente. Pero ahí estaba: una madre perfectamente bella.
Lennon: Y la familia de Yoko eran japoneses clase
media, pero en todos lados está la misma represión. Sin embargo, pienso
que la clase media tiene el trauma mayor si tiene padres con pinta buena
onda, todos sonrientes y muñequitos. Porque entonces es la lucha más
difícil para poder decirles: “Adiós mamita, adiós papito.”
Alí: ¿Qué relación tiene todo esto con tu música?
Lennon: El arte es solamente una forma de expresar
el dolor. Digo, la razón por la que Yoko logra todas esas cosas tan
increíbles tiene que ver con el tipo de dolor que experimentó.
Blackburn: Muchas de las canciones de los Beatles tenían que ver con la niñez.
Lennon: Ajá, eso era sobre todo por mí.
Blackburn: Aunque eran muy buenas, siempre había un elemento faltante.
Lennon: La realidad. Ése sería el elemento faltante.
El por qué nunca fui deseado. La única razón de mi estrellato se debe a
mi represión. Nada me habría impulsado a través de todo aquello si yo
hubiera sido “normal”.
Ono: Y feliz.
Lennon: La única razón de ir tras ese objetivo era decir: “Ahora, mami, ¿ya me quieres?”
Alí: Pero entonces tuvieron un éxito que va más allá de los sueños más locos de la gente.
Lennon: Uy, sí, Jesucristo: era la opresión
completa. Digo, tuvimos que sufrir humillación tras humillación con las
clases medias y el mundo del espectáculo y Lord Mayor y todo eso. Eran
condescendientes y estúpidos.
Todo mundo intentaba utilizarnos. Fue una humillación especial para
mí porque nunca he podido callarme la boca y siempre tuve que estar
borracho o empastillado para contrarrestar esta presión. Era el puro
infierno.
Ono: Lo privaba de cualquier experiencia real, ¿sabes?
Lennon: Fue muy horrible. Digo, aparte del primer
envión de logros, con el estremecimiento del primer número uno en los
discos, del primer viaje a Estados Unidos. Al principio nos envolvían
con toda suerte de adjetivos, como el de ser tan grandes como Elvis, y
avanzar en eso fue grandioso, pero obtenerlo todo fue el gran
desencanto. Me encontré con que de continuo tenía que complacer a la
clase de gente que siempre había odiado de niño. Eso comenzó a
regresarme a la realidad. Comencé a darme cuenta que todos estamos
oprimidos, y es por eso que quisiera hacer algo al respecto, aunque no
estoy seguro de cuál sea mi lugar.
Blackburn: Bueno, en cualquier caso, la política y
la cultura están conectadas, ¿no es así? Digo, en este momento los
trabajadores están reprimidos por la cultura y no tanto por las armas.
Lennon: Los tienen dopados.
Blackburn: Y la cultura que los droga es algo que los artistas pueden recrear o romper.
Lennon: Eso es lo que intento en mis álbumes, o en
estas entrevistas. Lo que intento es influir a toda la gente que pueda. A
todos aquellos que siguen sojuzgados en el sueño les trato de poner una
gran interrogante en la frente. El sueño de los alucinógenos se acabó,
es lo que intento decirles.
Blackburn: Aun en el pasado, ¿sabes?, la gente solía
utilizar las canciones de los Beatles y le ponían letras nuevas.
“Yellow Submarine”, por ejemplo. Una que los huelguistas solían cantar
comenzaba con “We all live on bread and margarine.” En la Escuela de
Economía de Londres, teníamos una versión que decía, “We all live in a
Red LSE.”
Lennon: Me gusta eso. Disfrutaba mucho cuando las
multitudes del futbol cantaban “All together now” –esa es otra buena. Me
gustó cuando el movimiento en Estados Unidos asumió el lema de “Give
peace a chance”, porque esa es la razón por la que escribí esa canción,
en realidad. Esperaba que en vez de que cantaran “We shall overcome”,
que data del siglo XIX o algo así, tuvieran algo contemporáneo. Sentía
la obligación de escribir, aun entonces, una canción que la gente
pudiera cantar en el pub o en una manifestación. Por eso ahora quiero
componer canciones para la revolución.
Blackburn: Tenemos solamente unas cuantas canciones
revolucionarias y fueron compuestas en el siglo XIX. ¿Sabes de algo en
nuestras tradiciones musicales que pueda utilizarse en las canciones
revolucionarias?
Lennon: Cuando empecé, el rocanrol en sí mismo era
la revolución básica para la gente de mi edad y mi condición.
Necesitábamos algo fuerte y claro que quebrara toda esa imposibilidad de
sentir, y toda la represión que nos cayó de niños. Para empezar,
teníamos un poco de conciencia de que nos habían vuelto una imitación de
lo estadunidense. Pero buceamos en la música y nos topamos con que
Estados Unidos era un país cuya música era mitad rural, country and
western (y blanca) y mitad rhythm and blues (y negra). Casi todas las
canciones venían de Europa y de África, y ahora todas nos llegaban de
regreso. Muchas de las mejores canciones de Dylan provienen de
tradiciones de Escocia, Irlanda o Inglaterra. Era una especie de
intercambio cultural. Pero debo decir que, para mí, las canciones más
interesantes eran las negras porque eran más sencillas. Como que decían
algo mientras te sacudían el culo, o el pito, lo que fue una innovación,
realmente. Y luego estaban las canciones rurales que sobre todo
expresaban el dolor de lo que vivían. No sabían expresarse de un modo
intelectual, pero con unas cuantas palabras lograban decir todo lo que
les ocurría. Y luego estaba el blues urbano y mucho de éste se
relacionaba con el sexo, y con las peleas.
Buena parte era expresión propia, pero apenas hace algunos cuantos
años se expresaron completamente con el Poder Negro, como Edwin Starr y
sus discos sobre la guerra. Antes de eso, muchos cantantes negros
seguían elaborando el problema de Dios. Con frecuencia era “Dios nos
salvará”. Pero trascendiendo eso, los negros también cantan directa e
inmediatamente acerca del dolor y del sexo, y es por eso que me gusta su
música.
Blackburn: Dices que el country and western se
derivó de las canciones folclóricas europeas. ¿No son estas canciones
folclóricas algo pesado y terrible, hablando siempre de pérdidas y
derrotas?
Lennon: Cuando chavos, todos nos oponíamos a las
canciones folclóricas porque eran muy de la clase media. Nos
imaginábamos a los preparatorianos con sus largas bufandas y un vaso de
cerveza en la mano cantando canciones folclóricas en lo que le decíamos
voces la-di-da –“desde el socavón de una mina en Newcastle...” y toda
esa mierda. Había pocos cantantes de folk reales, ¿sabes?, aunque algo
me gustaba Dominic Behan, y alguna que otra cosa buena que podíamos
escuchar en Liverpool.
Ocasionalmente alcanzaba uno a escuchar en la radio o en la
televisión discos viejos de los obreros reales de Irlanda u otras
partes: gente que cantaba unas canciones con tal fuerza interior, que
era fantástica.
Pero mucha de la música folclórica convencional la cantaba gente con
voz amanerada que intentaba mantener vivo algo viejo y muerto. Era
bastante aburrida, como el ballet: una cuestión de minorías mantenida
por un grupo minoritario. Las canciones folclóricas de hoy son el
rocanrol. Y aunque haya emanado de Estados Unidos, a fin de cuentas eso
no importa para nada porque ya escribimos nuestras propias canciones. Y
eso lo cambia todo.
Blackburn: Tu álbum más reciente, Yoko, fusiona la
música moderna avant-garde con el rock. Me gustaría compartir contigo la
idea que me vino al escucharlo. Tú integras sonidos cotidianos, como
ése de un tren, a un patrón musical. Me parece que esto exige del
escucha una medida estética de la vida cotidiana. Es insistir en que el
arte no debería estar prisionero en los museos o las galerías, ¿no es
cierto?
Ono: Exacto. Quiero incitar a la gente a que suelte
la opresión que siente y le doy algo para que trabaje con ello, para que
construya a partir de ahí. Nadie debería tenerle miedo a la creación
propia –por eso hago que las cosas sean más abiertas y propongo algo
para que la gente haga– como en mi libro Grapefruit.
Porque básicamente hay dos tipos de personas en el mundo: la gente
que es confiada porque sabe que tiene la capacidad para crear, y la
gente que se desmoraliza, que no tiene confianza en sí misma, porque le
han remachado que no tiene ninguna habilidad creativa, sino que debe
obedecer órdenes. Al stablishment le gusta que la gente no asuma
responsabilidad alguna, que no se tenga respeto.
Blackburn: Supongo que el control de los trabajadores tiene que ver con esto.
Lennon: ¿No intentaron asumir el control los
trabajadores en Yugoslavia? Ellos se liberaron de los rusos. Me gustaría
ir allá y ver cómo funciona.
Alí: Bueno, se liberaron, e intentaron romper con la
tendencia estalinista. Pero en vez de permitir una autogestión obrera
desinhibida, le añadieron una fuerte dosis de burocracia política. Esto
tendió a sofocar la iniciativa de los trabajadores, al tiempo de regular
todo el sistema con mecanismos de mercado que alimentaron nuevas
desigualdades entre una región y otra.
Lennon: Parecería que todas las revoluciones
terminan rindiéndole culto a la personalidad. Aun los chinos parecen
necesitar una figura paterna. Supongo que esto pasará en Cuba también,
con el Che y Fidel. En un comunismo estilo occidental tendríamos que
crear una figura imaginaria, de los trabajadores mismos, que sustituyera
la figura paterna.
Blackburn: Esa idea estaría muy bien. Que la clase
obrera se volviera su propia figura heroica. Mientras no sea una nueva
ilusión reconfortante, mientras contenga un poder obrero real. Si te
manejan la vida los capitalistas o los burócratas, hay la tentación de
compensar con ilusiones.
Ono: La gente tiene que confiar en sí misma.
lí: Ese es el punto vital. La clase trabajadora
tiene que imbuirse de un sentimiento de confianza en sí misma. Esto no
puede conseguirse sólo con propaganda. Los obreros deben movilizarse,
tomar sus propias fábricas y decirle a los patrones que se larguen. Eso
es lo que comenzó a ocurrir en el Mayo del ‘68 en Francia. Los obreros
comenzaron a palpar su propia fuerza.
Lennon: Pero el Partido Comunista no estaba a gusto, ¿o sí?
Blackburn: No. No lo estaba. Con diez millones de
obreros en huelga, habrían podido transformar una de esas enormes
manifestaciones que ocurrieron en el centro de París en una ocupación
masiva de todas las instalaciones y edificios gubernamentales y
reemplazar a De Gaulle con una institucionalidad nueva, un poder popular
como la Comuna o los Soviets originales. Pero el Partido Comunista
francés tuvo miedo de esto. Prefirieron la negociación en la cúpula en
vez de animar a los obreros a que tomaran sus propias iniciativas.
Lennon: Pero hay un problema en todo esto, ¿sabes?
Las revoluciones han ocurrido cuando un Fidel o un Marx o Lenin o quien
sea, algún intelectual, ha podido conectar con los obreros. Al reunirse
un buen puñado de gente los trabajadores entendieron que estaban bajo un
régimen represivo. Pero aquí no han despertado del todo, siguen
pensando que los automóviles y las teles son la respuesta. Todos estos
estudiantes de izquierda deberían hablar con los obreros, deberían
ustedes involucrar a los estudiantes en su revista, The Red Mole.
Alí: Tienes mucha razón, hemos tratado de hacer esto
y deberíamos hacer mucho más. La Ley de Relaciones Industriales que el
gobierno quiere introducir está haciendo que más y más trabajadores
cobren conciencia.
Lennon: No creo que el proyecto de ley funcione. No creo que puedan
ponerla en práctica. No pienso que los obreros vayan a cooperar con
ella. Pensaba que el gobierno de Wilson era decepcionante, pero la banda
de Heath es peor. La resistencia es golpeada, los militantes negros no
pueden vivir en sus propias casas ahora, y el gobierno le vende más
armas a los sudafricanos. Como dijera Richard Neville: “Puede haber una
pulgada entre Wilson y Heath, pero es en esa pulgada que podemos vivir.”
Alí: Yo no sé nada de eso. El Partido Laborista
trajo consigo políticas de inmigración racistas, apoyó la Guerra de
Vietnam y buscaba aprobar nuevas legislaciones contra los sindicatos.
Blackburn: Puede ser cierto que vivimos en la
pulgada de la diferencia entre los partidos laborista y conservador,
pero esto ocurre porque hemos sido incapaces de cambiar nada. Si ahora
Heath nos empuja fuera de la pulgada en cuestión, nos está haciendo un
favor sin haberlo buscado.
Lennon: Sí, también lo he pensado. Nos está
arrinconando en un sitio desde donde nos damos cuenta de lo que se le
viene a otras personas. Sigo leyendo el Morning Star para ver si hay
alguna esperanza, pero pareciera que estamos en el siglo XIX. Todo lo
escrito ahí parece dirigido a liberales de edad madura que se quedaron
fuera de la jugada. Deberíamos buscar llegarle a los obreros jóvenes
porque son más idealistas y son los que menos miedo tienen.
De algún modo, los revolucionarios deben acercarse a los
trabajadores, porque los obreros no van a acercarse a ellos. Pero es
difícil saber dónde comenzar. Todos tenemos puesto el dedo en el agujero
del dique. El problema para mí es que conforme me volví más real,
terminé aislado de la gente de clase trabajadora. ¿Sabes?, a ellos lo
que les gusta es Engelbert Humperdinck. Son los estudiantes los que
compran nuestra música, ahora, y ese es el problema. Hoy que los Beatles
somos cuatro personas aparte, no tenemos el impacto que tuvimos cuando
estábamos juntos.
Blackburn: Ahora hay que nadar contra la corriente de la sociedad
burguesa, lo cual es mucho más difícil.
Lennon: Sí. Son dueños de todos los periódicos y
controlan toda la distribución y promoción. Cuando surgimos como Beatles
sólo estaban los sellos Decca, Philips y EMI para producirte alguna
grabación. Tenías que nadar por entre toda la burocracia para llegar al
estudio de grabación. Estabas en una posición tan endeble que no tenías
más de doce horas para hacer un álbum completo. Así le hacíamos en los
primeros días. Aun ahora es un poco así. Si eres un artista desconocido
tendrás mucha suerte si te dan una hora de estudio. Hay una jerarquía, y
si no cuentas con éxitos, ya ni te vuelven a grabar. Y controlan la
distribución. Con Apple intentamos cambiar esto, pero no pudimos. Siguen
controlando todo. emi mató nuestro álbum Two Virgins porque no le
gustó. Con la última grabación censuraron las letras de las canciones
en la funda del disco. Qué pinches ridículos e hipócritas son. Me
permiten cantarlas pero no se atreven a dejarte leerlas. Es de locos.
Blackburn: Aunque ahora llegues a menos gente, tal vez el efecto sea más concentrado.
Lennon: Sí. Pienso que tal vez es cierto. Para
empezar, la gente de clase trabajadora reaccionó contra nuestra apertura
con el sexo. Se asustan de la desnudez, están reprimidos en eso como
mucha otra gente. Tal vez piensan: “Paul es un buen muchacho que no anda
armando escándalo.” Igual, cuando nos casamos Yoko y yo, recibimos unas
cartas racistas, horribles, ¿sabes?, advirtiéndome que Yoko me iba a
degollar. Esas llegaron sobre todo de gente del ejército, oficiales, que
vivían en Aldershot.
Ahora los obreros son más amigables con nosotros, quizá esto está
cambiando. Me parece que los estudiantes comienzan a despertar lo
suficiente como para intentar alertar a sus hermanos trabajadores. Si no
rebasas tu propia conciencia, ésta se cierra de nuevo. Es por eso que
la necesidad básica para los estudiantes es juntarse con los obreros y
convencerlos de que no están diciendo burradas. Y por supuesto es
difícil saber lo que realmente piensan los obreros, porque la prensa
capitalista sólo cita a las celebridades como Vic Feather, de todos
modos.
Así que lo que queda es hablar con ellos en directo, sobre todo con los
obreros jóvenes. Necesitamos comenzar con ellos porque saben que todo
está en su contra. Por eso en mi álbum hablo de la escuela. Me gustaría
incitar a la gente a que rompa los marcos de referencia, a que
desobedezca en la escuela, a que abra la boca, a que siga insultando a
la autoridad.
Ono: Tenemos suerte, de verdad, porque podemos crear
nuestra propia realidad, John y yo, pero sabemos lo importante que es
comunicarnos con otros.
Lennon: Mientras más enfrentamos la realidad, más
nos damos cuenta de que lo irreal es el programa central que rige los
días. Mientras más reales nos volvemos, más abusos sufrimos, lo que en
cierta forma nos radicaliza. Como cuando te arrinconan. Pero sería mejor
que fuéramos más.
Ono: No deberíamos ser convencionales en el modo en
que nos comunicamos con la gente, especialmente en el stablishment.
Debemos sorprender a la gente diciendo cosas nuevas, de un modo
completamente nuevo. Una comunicación así nos puede dar un poder
fantástico, siempre y cuando no hagas solamente lo que la gente espera
que hagas.
Blackburn: La comunicación es básica para levantar
un movimiento, pero a final de cuentas se vuelve ineficaz a menos que
una fuerza popular se desarrolle.
Ono: Me pongo muy triste cuando pienso en Vietnam,
donde no parece haber más alternativa que la violencia. Esta violencia
viene de siglos y se perpetúa a sí misma. En la época actual, cuando las
comunicaciones son tan rápidas, debemos crear una tradición diferente;
las tradiciones se crean todos los días. Cinco años de ahora son como
cien años de antes. Estamos viviendo en una sociedad que no tiene
historia. No hay precedentes para esta clase de sociedad, así que
podemos romper los viejos modelos.
Alí: Ninguna clase dominante en la historia entera
de la humanidad ha renunciado al poder voluntariamente, y no veo que
esto esté cambiando.
Ono: Pero la violencia no es solamente algo
conceptual, ¿sabes? Vi un programa acerca de un muchacho que regresaba
de Vietnam. Había perdido su cuerpo de la cintura para abajo. Era un
fardo de carne y, sin embargo, decía: “Bueno, pienso que fue una buena
experiencia.”
Lennon: El muchacho no quería enfrentar la verdad, no quería reconocer que todo había sido un desperdicio.
Ono: Pero piensen en la violencia, qué tal que le pasara a uno de sus hijos.
Blackburn: Pero, Yoko, la gente que lucha contra la
opresión se ve atacada por aquellos que tienen sus intereses
comprometidos con que nada cambie. Aquellos que buscan proteger su poder
y su riqueza. Piensen en la gente de Bogside y Falls Road en Irlanda
del Norte. Fueron atacados sin misericordia por las fuerzas especiales
de la policía por comenzar a manifestarse en defensa de sus derechos.
Una noche de agosto de 1969, siete personas fueron asesinadas a tiros y
miles fueron expulsadas de sus hogares. ¿Acaso no tienen derecho a
defenderse?
Ono: Es por eso que pienso que tienes que salirle al paso a estos problemas antes de que ocurran situaciones así.
Lennon: Si, pero ¿qué haces si algo así ocurre, qué haces?
Blackburn: La violencia popular contra sus opresores siempre está justificada. Es inevitable.
Ono: Pero en cierta forma, la nueva música mostró que las cosas pueden cambiarse mediante nuevos canales de comunicación.
Lennon: Sí, pero como dije, nada cambió en realidad.
Ono: Bueno, algo ha cambiado y fue para mejorar. Lo único que digo es que tal vez podamos hacer la revolución sin violencia.
Lennon: Pero no puedes tomar el poder sin luchar.
Alí: Ese es el punto crucial.
Lennon: Porque, cuando nos vamos a los aspectos
prácticos, al fondo del asunto, no van a dejar que la gente tenga poder
alguno. Les otorgan todos los derechos para hacer representaciones y
bailes en frente de ellos, pero no les van a dar ningún poder real.
Ono: El caso es que, aun después de la revolución,
si la gente no tiene confianza entre sí, siempre se meterá en nuevos
problemas.
Lennon: Tras una revolución tienes el problema de que las cosas sigan
fluyendo, y discernir todos los diversos puntos de vista. Es bastante
natural que los revolucionarios busquen tener diferentes soluciones, y
que se dividan en diferentes grupos para luego emprender las reformas
–esa es la dialéctica, ¿no es cierto?– pero al mismo tiempo tienen que
estar unidos contra el enemigo para solidificar un nuevo orden. Yo no sé
cuál sea la respuesta. Obviamente Mao está consciente de este problema y
deja que ruede la bola.
Blackburn: El peligro es que una vez que se crea un
Estado revolucionario, tiende a formarse una nueva burocracia
conservadora a su alrededor. El peligro tiende a incrementarse si la
revolución queda aislada por el imperialismo y hay escasez material.
Lennon: Una vez asumido el nuevo poder tiene que
establecer un nuevo statu quo, justo para que sigan funcionando las
fábricas y el transporte.
Blackburn: Sí, pero una burocracia represiva no
necesariamente maneja las fábricas o el transporte mejor que lo que
podrían hacerlo los trabajadores organizados en un sistema de democracia
revolucionaria.
Lennon: Sí, pero todos tenemos dentro de nosotros
instintos burgueses, y nos cansamos y necesitamos relajarnos un poco.
¿Cómo haces para que todo siga andando y mantengas el fervor
revolucionario tras haber conseguido lo que buscabas? Por supuesto, Mao
lo ha logrado en China, pero qué ocurrirá cuando Mao se vaya. También él
promueve el culto a la personalidad. Tal vez sea eso necesario. Como ya
dije, todos parecen necesitar una figura paterna. He estado leyendo el
libro Khrushchev Remembers. Entiendo que Khrushchev es un tanto un
muchacho él mismo, pero me parecía que pensaba que era malo hacer una
religión de un individuo; eso no parecía ser parte de la básica idea
comunista. Pero la gente es la gente, esa es la dificultad. Si
consiguiéramos Gran Bretaña, tendríamos el trabajo de limpiar la
burguesía y mantener a la gente en un estado mental revolucionario.
Blackburn: En Gran Bretaña, a menos que podamos
crear un nuevo poder popular –y ahí eso significaría básicamente un
poder de los trabajadores, realmente controlado por la gente y que
responda a la gente– no podremos hacer la revolución. Para nada. Sólo un
poder muy enraizado en los trabajadores podrá destruir el Estado
burgués.
Ono: Es por eso que será diferente cuando una generación más joven nos reemplace.
Lennon: Pienso que no se necesita mucho para que los
jóvenes aquí se echen a andar. Primero tenemos que darles margen para
que se vayan contra los consejos locales o para que destruyan las
autoridades escolares, como los estudiantes que quiebran la represión en
las universidades. Ya está ocurriendo, aunque la gente tendría que
juntarse más. Y las mujeres son muy importantes, también. No podemos
tener una revolución que no involucre y libere a las mujeres. Es tan
sutil la forma en que te enseñan la superioridad masculina. Me llevó
bastante tiempo darme cuenta de que mi masculinidad le cortaba ciertas
áreas a Yoko. Ella es una liberacionista de hueso colorado y fue muy
veloz en mostrarme dónde y cuándo me iba chueco, aun cuando me parecía
que actuaba naturalmente. Es por eso que siempre me interesa cómo tratan
a las mujeres las personas que presumen de radicales.
Blackburn: Siempre ha habido cuando menos tanto
machismo en la izquierda como en cualquier otra parte –aunque el
surgimiento de la liberación femenina nos está ayudando a discernir el
asunto mucho más a fondo.
Lennon: Es ridículo. Cómo puede alguien hablar de un poder para el pueblo sin reconocer que la gente es los dos sexos.
Ono: No puedes amar a alguien a menos que estés en
una posición igual que quien amas. Y muchas mujeres se enganchan con
hombres por miedo o inseguridad, y eso no es amor. Básicamente eso es
por lo que las mujeres odian a los hombres.
Lennon: Y viceversa.
Ono: Así que si tienes a una esclava en la casa,
¿cómo puedes esperar hacer una revolución fuera? El problema para las
mujeres es que si intentamos liberarnos, naturalmente entonces nos
volvemos solitarias, porque muchas mujeres están deseosas de volverse
esclavas, y es común que los hombres las prefieran a ellas. Así que
tienes que arriesgar: ¿Voy a perder a mi hombre? Es muy triste.
Lennon: Por supuesto, Yoko estaba ya en la
liberación desde antes de conocerla. Ella ha estado luchando en el mundo
del hombre. El mundo del arte está dominado completamente por hombres.
Así que bullía de ánimo revolucionario cuando nos conocimos. Nunca hubo
ninguna duda al respecto: teníamos que tener una relación 50-50 o no
habría relación. Y fui rápido en aprender. Ella escribió un artículo en
la revista Nova hace más de dos años, donde decía: “Las mujeres son los
negros del mundo.”
Blackburn: Por supuesto todos vivimos en un país
imperialista que explota al Tercer Mundo, y aun nuestra cultura está
implicada en esto. Hubo un tiempo en que la música Beatle era enchufada a
la Voz de América.
Lennon: Los rusos tomaban este asunto como que éramos unos robots del capitalismo, lo cual supongo que éramos.
Blackburn: Los rusos eran bastante estúpidos por no ver que eran bastante diferentes.
Ono: Hay que reconocerlo. Los Beatles eran música
folclórica del siglo XX en el marco del capitalismo; no podían hacer
algo diferente si querían comunicarse dentro de ese marco.
Blackburn: Trabajaba yo en Cuba cuando se publicó Sargento Pimienta y esa fue la primera vez que comenzaron a tocar rock por la radio.
Lennon: Confío en que se den cuenta que el rocanrol
no es lo mismo que la Coca Cola. Conforme vamos más allá del sueño esto
debería ser más fácil: por eso ahora quiero hacer aseveraciones pesadas e
intento sacudirme la imagen que le fabricaron a las adolescentes de
calcetín blanco. Quisiera llegarle certero a la gente correcta, y que lo
que yo tenga que decir sea simple y directo.
Blackburn: Para empezar, tu álbum más reciente suena
muy simple, pero las letras, el tempo y la melodía se van armando hasta
lograr una complejidad de la que sólo se da uno cuenta gradualmente.
Como en el corte “My mummy’s dead”, que hace un eco con la canción
“Three blind mice”, y que aborda los traumas de la niñez.
Lennon: La tonada logra eso. Era una especie de
sentimiento, casi como en los haikús. El haikú en Japón es fantástico.
Es obvio que si uno se libera de toda una sección de ilusiones en tu
mente, te quedas con una gran precisión. Yoko me ha mostrado algunos de
estos haikús en el original. La diferencia entre ellos y Longfellow es
inmensa. En vez de un largo poema florido, el haikú diría: “una flor
amarilla, en un tazón blanco sobre la mesa de madera”. Eso te da un
retrato completo, realmente.
Alí: ¿Cómo piensas que podamos destruir el sistema capitalista aquí en Gran Bretaña, John?
Lennon: Pienso que la única forma es que quienes
trabajan entiendan bien la posición tan realmente infeliz en que se
encuentran, que puedan romper el sueño que los rodea. Muchos piensan que
viven en un maravilloso país donde se puede hablar libremente. Con
tener automóviles y teles no piensan que hay algo más en la vida. Están
dispuestos a dejar que los patrones los manejen, y a que la escuela joda
a sus hijos. Están soñando el sueño de alguien más. No es su propio
sueño. Deberían darse cuenta de que los negros y los irlandeses son
perseguidos y reprimidos y que ellos serán los siguientes. Cuando se den
cuenta de ello, realmente comenzarán a hacer algo. Los trabajadores
deben asumir las riendas. Como dijera Marx: “A cada quien según su
necesidad.” Pienso que podemos comenzar por ahí. Pero tendríamos que
infiltrar al ejército también, porque ahora los entrenan muy bien para
matarnos a todos.
Debemos comenzar con esto desde donde cada uno de nosotros es
oprimido. Pienso que cuando tu necesidad es enorme, es falso,
superficial, darles a otros. La idea no es reconfortar a la gente. No se
trata de hacerlos sentir bien sino hacerlos sentir peor, poniéndoles
enfrente, constantemente, todas las degradaciones y humillaciones que
sufren para conseguir lo que ellos llaman un salario que les permita
subsistir.