El genio ingeniero de cohetes y mago ocultista Jack Parsons murió hace 60 años; Parsons fue una de las figuras más cautivadoras de la inusual intersección entre la magia y la ciencia
La conjunción entre la mente científica y
la mente mágica tuvo tal vez en Jack Parsons su última gran
manifestación. John Whiteside Parsons nació en el seno de una familia
rica pero disfuncional en 1914 y murió en 1952, el 17 de junio, hace 60
años. Parsons es figura clave en el desarrollo del programa espacial de
Estados Unidos; literalmente propulsó a la NASA a la Luna con su
invención del combustible para cohete. Al mismo tiempo Parsons se
consagró como miembro de la orden ocultista, OTO, fundada por el mago
británico Aleister Crowley, de quien en cierta manera fungió como
sucesor.
Como Crowley, Parsons es uno de los
personajes más extraños, magnéticos y multifacéticos de los últimos cien
años. A los 13 años ya había invocado a Satán; a los 21 años ya
trabajaba en el Guggenheim Aeronautical Laboratory, en Cal Tech, desde
donde su investigación sería vital para el desarrollo de cohetes de
combustible sólido. Al igual que su maestro Therion, Parsons era
bisexual y escribía poesía. Viajaba bajo protección del gobierno de
Estados Unidos y cofundó el Jet Propulsion Laboratory, hoy parte de la
NASA. Un cráter lleva su nombre, acorde a su personalidad, en el lado
oscuro de la Luna.
Lo más intrigante de la corta vida de
Jack Parsons es su afiliación a la religión crowleyana de Thelema. En
1942, cuando apenas tenía 28 años, fue ungido como líder de la sociedad
secreta AGAPE, la logia californiana del OTO por Aleister Crowley. Se
dice que el joven Parsons recitaba el Himno a Pan de Crowley durante las
pruebas de cohetes.
Retrato de Jack Parsons, por Majorie Cameron
En 1946 protagonizó junto al escritor de ciencia ficción y con artist L.
Ron Hubbard, los Trabajos de Babalon, una de las sesiones de magia
ceremonial más famosas en la historia del ocultismo occidental. El
propósito de este mítico ritual era “traer amor, entendimiento y
libertad dionisiaca” y el “necesario contrapeso o correspondencia a la
manifestación de Horus”, esto es la continuación del trabajo de Crowley,
quien a principios de siglo vaticino la llegada del Eón de Horus, el
hijo lúdico y libre de las constricciones de épocas pasadas.
Para acelerar la llegada del nuevo Eón
(y propiciar la revelación culminante: el Apocalipsis) Parsons utilizo
magia enochiana (el llamado lenguaje de los ángeles) y empleó “su varita
mágica para levantar un vórtice de energía” y así llamar al Elemental,
la Mujer Escarlata, central en la teurgia de Crowley, portal sexual al
mundo espiritual. Esto es: Parsons realizó una masturbación ritual
mientras Hubbard recibía dictados del mundo astral. Los trabajos de
Babalon rindieron fruto, y poco después llegó a la vida de Parsons la
Mujer Escarlata, transmigración de Babalon: Majorie Cameron quien luego
apareciera en la película de Kenneth Anger, Pleasure Dome. Con
Cameron, una libidinosa pelirroja de ojos verdes, como dicta el canon
del erotismo esotérico, Parsons se propuso engendrar al “Moonchild”, el
hijo de la Luna, especie de cría luciferina o hijo mágico, “un producto
del ambiente más que de la herencia”, el Mesías Thelémico. Parsons
consideró exitoso el ritual sexual para la concepción de este hijo
abstracto de una nueva era.
Parsons luego fue traicionado por L. Ron
Hubbard, el fundador de la secta de la Cienciología. Murió en 1952 en
una extraña explosión en su laboratorio; rumores de suicidio e incluso
un asesinato, del cual algunos culpan a Howard Hughes, pululan.
Robert Antonw Wilson resalta un lado más secular de este “brujo nuclear”
o “James Dean de lo oculto”, su amor por la libertad, en la tradición
de los grandes librepensadores. Su obra Freedom is a Two-Edged Sword,
es considerada una obra maestrea por Anton Wilson, autor, él también,
de libros memorables. La filosofía de Parsons, al igual que la de
Crowley, toma mucho de Nietzsche, y eleva, como mantra motor, a la
voluntad. Desprogramación cultural para el surgimiento de esta voluntad
mágica, que no conoce obstáculos ineludibles, que penetra la matriz de
la materia para germinar flores iluminadas. Aunque muchas personas
rechazan radicalmente la obra de Parsons –o la de Crowley– bajo el
filtro de su supusto satanismo, más allá del bien y el mal, el trabajo
de este ocultista científico abre vetas en los terrenos menos
transitados de la conciencia humana, aventurándose a dimensiones de la
realidad que a la mayoría de nosotros nos provocarían un pánico
paralizante. Parsons, en el oscuro estrecho, es como Magallanes, uno de
los grandes exploradores, en su caso de la mente y su insoslayable
sombra. Incansable explorador de una libertad que no conoce el cejo de
la moral.
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