A pocos días de la elección presidencial, los ciudadanos de México tienen la oportunidad de dar un paso evolutivo y liberarse del lastre histórico del autoritarismo y la corrupción que amenaza con regresar al poder
La coyuntura que vive hoy nuestro país
tiene una trascendencia difícil de comprender. El alcance de lo que
suceda el 1º de julio rebasa el entendimiento, pues es imposible
predecir con certeza lo que pasará en uno u otro camino. Lo único que
podemos hacer hoy, antes de la elección, es especular. Digo uno y otro
camino porque solo hay dos: el regreso del autoritarismo y la corrupción del PRI
o la apuesta por un cambio de rumbo que al menos en retórica busca una
mejor distribución de la riqueza, justicia social y un mejor nivel de
vida para los mexicanos.
La amenaza del regreso del PRI es tan
grande que la figura de Andrés Manuel López Obrador, el único que puede
evitarlo, pasa a un segundo plano. El desplome de Josefina Vázquez Mota
es irreversible y pone a quienes normalmente votarían por su partido en
una disyuntiva: hacer cumplir el voto útil para intentar evitar que
regrese el PRI a Los Pinos o votar por el PAN a pesar de no tener la
menor posibilidad de ganarle a ninguno de sus dos contrincantes reales.
Es una decisión que no resultaría tan problemática si no fuera por la
campaña de desprestigio en contra de la figura del líder de un
movimiento popular que pretende terminar con los privilegios de la clase
política que controla el país desde hace décadas. Los medios más
importantes aliados con los políticos dominantes hace de la oligarquía
mexicana un cerco difícil de romper, pero no imposible. Pero para eso es
necesario el apoyo no solo del movimiento que AMLO representa, sino de
más ciudadanos conscientes que entiendan la gravedad del momento
histórico que vivimos. No debe de ser una decisión tan difícil si se
toma en cuenta la calidad moral de la candidata del PAN, que falseó las
palabras de su adversario a un nivel que supera los más básicos
preceptos éticos. En un video
en el que AMLO advierte que respeta a quienes creen en la lucha armada,
pero que el movimiento que él encabeza es, ha sido y será siempre
pacífico y por la vía electoral, ella hizo, mediante el montaje, que
AMLO dijera que cree en la lucha armada, el polo opuesto de su discurso.
Ese nivel de vulgaridad en la pugna por el poder debería hacer
recapacitar a quienes tienen pensado votar por ella.
He vivido en la ciudad de México toda mi
vida y creo que el paso de López Obrador por la Jefatura de Gobierno le
hizo mucho bien a la capital. Hubo un ahorro significativo, bajaron los
índices de delincuencia de una manera considerable y la obra pública
que se llevó a cabo solucionó problemas de vialidad imposibles de
ignorar. Fue el segundo mejor alcalde
del mundo según la fundación inglesa City Mayors, mientras que Marcelo
Ebrard, su sucesor, fue el primero. La ciudad no es la misma que antes;
es más segura y estable de lo que fue en la última década del siglo
pasado, cuando el índice de criminalidad era altísimo. López Obrador y
Ebrard cambiaron este lugar para bien, al contrario de lo que ha
sucedido con el país, que cada vez está peor.
Al ser candidato presidencial en 2006,
por miedo a que ganara fue desaforado porque la ciudad abrió un camino a
un hospital que ya estaba construido. Es decir que la oligarquía en su
conjunto estaba en su contra y nadie pudo comprobarle delito alguno (por
eso recurrieron a ese recurso) y más tarde, debido a la presión
popular, el presidente Fox se vio forzado a restituirle el fuero. Sus
colaboradores que fueron encontrados en falta acabaron en la cárcel
enfrentando a la justicia, sin que nadie, de nuevo, le encontrara ningún
vínculo con ellos. A la fecha nadie le ha descubierto ni una sola
acción ilegal, y eso con todo el peso del poder detrás de él, tanto
político como de la iniciativa privada, las televisoras y los periódicos
de mayor circulación. Todos en su contra, y su estado ante la ley sigue
limpio. Si tuviera un solo trapito sucio ya hubiera salido a relucir.
Hay muchos indicios de que en la elección pasada hubo fraude.
La coalición que postuló a López Obrador pidió abrir las urnas para
contar los votos porque su organización no dio para tener al menos un
representante en cada casilla. Antes de que abrieran el siete por ciento
de las urnas, la diferencia entre Calderón y él era de .58%, cifra que
se redujo a .56% con esa mínima cantidad de urnas abiertas. Casi todas
las irregularidades favorecían a Calderón. Así, es evidente que de
haberse abierto el 93% de las urnas restantes hubiera quedado en claro
que López Obrador tuvo más votos. Esto sin tomar en cuenta la guerra
sucia de los partidos, la iniciativa privada y los medios de
comunicación, la participación del presidente Fox a favor de su
candidato y demás anomalías. La Suprema Corte actuó en contubernio con
el gobierno al no aceptar que se contaran de nuevo todos los votos. El
fraude no fue perpetrado en contra de un solo hombre, sino del pueblo de
México. Entonces, para calmar los bríos de los millones de seguidores
que votaron por AMLO —buena parte de los cuales quería violencia— se
propuso como acto de resistencia civil pacífica el plantón de Reforma
que en retrospectiva parece un error de táctica gravísimo, pero que en
su momento pudo apaciguar a quienes buscaban tomar las armas. Pudo no
ser lo mejor, pero al menos no hubo un solo muerto.
Tenemos a un hombre que hasta donde
sabemos es honesto y pacifista, dos virtudes que este país necesita a
gritos. Además propone un gabinete
de primer orden, algo que ninguno de su contrincantes ha hecho porque
tienen demasiados compromisos por cumplir. No son dueños de sus
decisiones, sino que las acatan desde arriba. Lo que sucede en esta
contienda es lo más burdo de nuestra historia: un títere, un maniquí
manipulado por un grupo es quien pretende la presidencia de la
República, un caso tan inverosímil como el de la película The Manchurian Candidate,
en el que una corporación controla a un hombre hipnotizado para que
funcione como un robot bajo sus órdenes. Los lazos con Televisa
publicados por The Guardian y los vínculos de esa facción del PRI con el crimen organizado hacen de esta elección un episodio inédito en la historia de nuestro país. Protector de Arturo Montiel y heredero de las prácticas más sucias del Grupo Atlacomulco, el nivel de corrupción que permitiría Peña Nieto sería escandaloso.
El movimiento #YoSoy132
es un gran avance, pero no es suficiente. Hay un altísimo número de
indecisos, y la situación desfavorable de la candidata del PAN obligará a
muchos a ejercer el voto útil en favor de uno u otro candidato. Votar
por Peña Nieto por miedo a que llegue López Obrador es completamente
descabellado y fuera de toda proporción. El plan de austeridad, de
seguridad, de educación y de generación de empleos que propone es bueno y
plausible.
Con el día crítico a la vuelta de la esquina se hace un llamado a
hombres y mujeres honestos y conscientes para que razonen su voto no
solo a favor del candidato de centro-izquierda y su gabinete, sino en
contra de la oligarquía, del PRI y de las televisoras, que mantienen a
México en la miseria.
Este año la coalición que postula a AMLO
tendrá representantes en todas las casillas del país, lo cual implica
conocer de primera mano el resultado. Si lo que dice el IFE coincide con
las actas que tendrá en su poder la coalición, tanto el candidato como
el movimiento que él representa aceptarán el desenlace. Si no coinciden
los números se agotarán las vías legales, siempre por la vía pacífica y
la vía electoral. Si Enrique Peña Nieto gana por votos será una gran
tristeza para México, pero se acatará el resultado conforme al sistema
democrático.
Debemos evitar que gane el PRI y que la narcodemocracia en la que ya vivimos se profundice. Las encuestas
son un desastre, muy probablemente aliadas con la oligarquía o
amenazadas por el crimen organizado. Creo que será una elección cerrada
que se decidirá a partir de los indecisos y del voto útil de quienes en
otras circunstancias votarían por el PAN. Una larga lista de
intelectuales se ha postulado a favor de votar por AMLO: Juan Villoro, Sergio Aguayo, Guadalupe Loaeza, Rafael Lemus y Epigmenio Ibarra son solo algunos, y hasta Carlos Fuentes dijo que “la única posibilidad de renovación es con AMLO”.
Si no recapacitamos antes del 1º de julio, después será demasiado tarde.
http://pijamasurf.com/2012/06/apuntes-de-urgencia-hacia-la-eleccion-presidencial/
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