(Yolanda Padilla)
Todos necesitamos sentirnos amados incondicionalmente por nuestros padres. Necesitamos un rostro espejo.
Cuando
un niño es despojado de amor crecerá con un insaciable afán de amor
atención y afecto, esto crea un niño interior herido. Conforme una
persona va creciendo, su niño interior se mantiene con esta carencia,
saboteando las relaciones de adulto.
Aquí empieza la historia de
casi toda la gente. Si el niño experimenta una sensación de rechazo o
tuvo malos tratos, lo posiblemente lo esperará un mundo lleno de
inseguridades. Éste va a buscar una pareja protectora (a una mamá, que
lo cuide ya que no le enseñaron a cuidarse).
Difícilmente va a poder soltar a su madre y terminará buscando a una madre sustituta como pareja.
¿Te suena familiar?
¿Por qué no puedo relacionarme con una persona sana?
Todas mis parejas son disfuncionales.
Y poco a poco sigues repitiendo el mismo patrón para buscar pareja. Entonces te vuelves adicto a las relaciones destructivas.
Recuperar
a tu niño interior implica entender lo que te causó el daño y trabajar
en ello te permitirá poseer tus propios sentimientos, sin la necesidad
de buscarlos en otra parte.
EN MANOS DE LA PSICOLOGÍA
La
rama de la psicología denominada transaccional es a la que se le debe
el estudio del niño interno, porque esta proporciona un modelo para
comprender la estructura y la dinámica de la personalidad.
Para
esta corriente, la estructura psicológica del ser humano está dividida
en tres partes: el padre, el adulto y el niño, siendo este el cuerpo y
las emociones, “es la vida y energía”, explica el psicoterapeuta Juan
Carlos Zetina.
El niño puede aflorar sano o herido en la etapa adulta.
El primero es aquel que actúa de forma despreocupada, alegre, espontáneo, auténtico y amoroso. Con este no hay ningún problema.
El
segundo, y que es un verdadero dolor de cabeza, actúa de manera
infantil, inmadura, irracional, temerosa, y poco o nada cariñoso.
“El
niño interior herido es una estructura imaginaria, formada a partir de
las experiencias dolorosas que atraviesa todo ser humano. Se trata de
ese bagaje de emociones y sentimientos reprimidos de dolor, frustración,
abandono, injusticia, temor, rechazo y soledad sufridos durante la
infancia y que salen a flote en la etapa adulta. Son todos los
acontecimientos negativos que un individuo guarda en su interior y que
no le permite ser ‘normal’, y que da como resultado hombres y mujeres
con muchos resentimientos, ira, y baja autoestima, entre otros
factores”, explica Ana Larra.
El estadounidense John Bradshaw,
teólogo, consejero familiar y comunicador social que ha dedicado gran
parte de su tiempo a investigar sobre esta temática apunta en su libro
Recuperación y reivindicación del Niño Interno que el infante herido se
forma cuando los adultos provocan situaciones de violencia, desprecio y
maltrato, que dañan al niño real, contaminando al futuro hombre o mujer,
y este a su vez replicará ese comportamiento, formando un círculo
vicioso que resulta en la principal fuente de la miseria humana.
Bradshaw
hace hincapié en situaciones de abuso sexual, violencia física y
emocional de pequeños criados en hogares con padres alcohólicos. Sin
embargo, hay heridas ocasionadas en casas donde no se llega al extremo
de la violencia o abuso, porque en familias que parecen funcionar bien
también se puede dañar a los chicos por causas diversas, dice Zetina.
“De
esa cuenta es que estamos llenos de gente infeliz que reacciona de
forma temerosa, incluso violenta, a cosas tan simples como una crítica
constructiva o a una caricia”, asegura Larra.
Pero también es
importante aclarar que cada persona tiene diferentes niveles de
tolerancia a la frustración y mejores o más fuertes mecanismos de
defensa, los que le construyen una autoestima menos frágil, en resumen,
una persona emocionalmente más fuerte y por lo tanto con un niño interno
menos golpeado, comenta Zetina.
“No todo, sin embargo, está
perdido”, alcanza a decir Larra, “pues las respuestas de por qué cada
vez somos menos tolerantes y más hirientes están en nuestro disco duro,
nuestro cerebro, y es ahí donde almacenamos los rencores y es ahí donde
tenemos que llegar para perdonar lo que nos hicieron en aquella época y
experimentar una mejor calidad de vida”.
Al trabajar y rescatar a
nuestro niño interior herido y hacerlo crecer logramos conectarnos con
el ser esencial o niño maravilloso, quien posee todas las cualidades y
potencialidades que fueron ahogadas en la niñez. Es, en realidad, el
niño maravilloso quien nos motiva a realizar el rescate del herido, ya
que este puede realizar el trabajo de recuperación por estar muy ocupado
defendiéndose y sobreviviendo, cita Bradshaw en su ejemplar.
María,
una joven mujer profesional que asiste al grupo de autoayuda Corazones
abiertos; hijos adultos de alcohólicos y familias disfuncionales (ACA)
está de acuerdo con Larra y asegura que sanar al niño herido es viable
porque ella lo ha vivido en carne propia. “Es un proceso largo que
requiere de mucha constancia y aceptación. Yo crecí dentro de una
familia de clase media alta con un padre que si bien nunca dejó de
proveer estabilidad económica, bebía constantemente, y por lo mismo
nunca cumplió una promesa”.
“Mi madre, como típica guatemalteca,
jamás reclamó sus derechos y ha sobresalido por ser muy abnegada. Ahora,
en mi adultez y tras un divorcio, me di cuenta de que nunca tuve una
vida normal”.
“Durante mi adolescencia fui rebelde sin causa,
autoritaria, distante, mal humorada. En mi juventud fui muy temerosa e
incapaz de mantener una relación amorosa por largo tiempo. Al graduarme,
me obsesioné con el trabajo, porque trataba de llenar mis vacíos
emocionales con esto. Me abandoné para cuidar a otros. Como a la
mayoría, cuando toqué fondo acepté mi condición de haber vivido en una
familia disfuncional y busqué ayuda”, comparte María.
¿QUÉ SON LAS FAMILIAS DISFUNCIONALES?
Son
los núcleos familiares en los que sus miembros no cumplen sus roles
establecidos, existe el maltrato físico o psicológico o los padres están
divorciados. Las familias de este tipo forman hijos disfuncionales, los
cuales, según los expertos de la conducta, pueden ser de tres tipos.
Invisibles: el hijo que elige este papel evita agregar cualquier tipo de carga a su ya presionada familia.
Su contribución es no existir. En cuanto a su propio dolor, es insensible, no siente nada.
Malo: se convierte en el foco del dolor, la ira, el miedo y la frustración.
Bueno:
trata de ser una persona de éxito para redimir a su familia y así
llenar ese vacío interior. Su apariencia feliz, brillante y entusiasta
sirve para disimular la tensión, el miedo y la furia interiores.
CULPABLES O INOCENTES, ¿QUIÉN ME SANA?
Hasta
el momento todo pareciera indicar que son los padres los culpables de
que hoy vivamos entre adultos heridos y violentos, pero no son los
únicos, la cultura y la religión también ofrecen su granito de arena,
expresa Larra. En esto también coincide María, pues según su
experiencia, el entorno en el que se vive deja huellas.
“Mamá y
papá son los responsables, pero no hay que eximir a la sociedad en sí,
pues todos en algún momento de nuestras vidas tenemos a un niño cerca de
nosotros, podemos ser sus profesores, sus confesores, sus amigos… El
desarrollo de un niño sano está en manos de todos”, advierte.
“¿Por
qué es tan extraño que un adulto le diga a sus padres que los ama?,
¿tiene miedo que lo rechacen, a ser herido? Así está nuestra sociedad,
somos incapaces de expresarnos con naturalidad y soltura, porque el niño
que sale a flote es el herido. Tenemos miedo de nosotros mismos”,
sentencia la experta.
Y es que ya lo decía Jean Paul Sartre: “No
importa lo que nos hacen, lo que importa es lo que hacemos con lo que
han hecho de nosotros”.
Por eso es que Larra es clara en exponer
que el principal culpable de que un adulto no se preocupe por recuperar a
ese niño es él mismo. “Son muy pocas las personas que se dedican tiempo
para sí mismas y se responsabilizan de sus actos. Si al hacer un
análisis de nuestra conducta la constante es que somos agresivos,
debemos buscar ayuda con un psicólogo.
“El cambio vendrá si
aceptamos que tenemos un problema, hacemos un compromiso y deseamos
transformar nuestra vida”, señala Larra.
María asegura que el
primer paso para la recuperación es la humildad. “Si reconocemos que
estamos mal todo será más fácil”, comenta.
TÉCNICAS
María
apoya la técnica que emplean en su grupo de apoyo con un programa de 12
pasos, similar al que emplean en Alcohólicos Anónimos. “Nos reunimos en
un ambiente mutuo de seguridad, donde compartimos nuestras experiencias
comunes. Descubrimos que la forma como fuimos educados afectó nuestro
pasado e influye en nuestro presente. Empezamos a identificar los
elementos insensatos de nuestra niñez y la identidad que tenemos fuera
de nuestra familia de origen. Aprendemos a reeducarnos con gentileza,
humor, amor y respeto. Nos enfocamos en la solución de nuestro problema y
aceptamos que hay un poder superior amoroso que nos liberará del pasado
y que nos hará encontrar un camino para mejorar nuestra vida”.
Ana
María Larra, aunque apoya a este tipo de grupos, sugiere que se combine
con la visita de un experto de la conducta humana para que la terapia
sea efectiva. Claro está, comenta, que en países como el nuestro es
difícil una ayuda de este tipo, ya que las consultas son caras.
La
técnica que esta experta emplea en su clínica es la hipnosis. “Sin
lugar a dudas para mí no hay nada más eficiente que esta terapia”. Según
ella, la hipnosis es un estado provocado, no natural, el cual es
inducido por una serie de sugestiones que realiza el hipnólogo. Son
regresiones, la repetición de actitudes emotivas inconscientes,
adquiridas por el paciente en el curso de su infancia respecto de
ciertas personas muy cercanas a él, en especial sus padres. No solo una
actitud afectiva, sino todo un modo de obrar es transferido desde las
circunstancias infantiles hasta las presentes para encontrar la raíz del
problema.
Juan Carlos Zetina, si bien apoya la consulta a
psicólogos, aboga por poner en práctica las cosas simples y sencillas.
“Vivimos en una sociedad en la que está todo muy automatizado,
cuadriculado y predomina lo mental. Nos hemos olvidado de nuestro
cuerpo, sus movimientos y cinco sentidos. Nos hemos olvidado de tocar y
tocarnos, de sentir, de ver y escuchar al otro, de paladear no solo las
comidas sino la vida misma”, comenta.
Es por ello que necesitamos
despertar nuestros sentidos, reaprender nuestra parte sensitiva y
comunicarnos mediante ella, volver a conectarnos con nuestro cuerpo.
Los
sentidos y movimientos corporales son un buen camino para reaprender a
ser y estar, porque ayudan a reconectar nuestra mente, a la cual
valoramos mucho hasta identificarnos con ella, con nuestro cuerpo, al
cual tenemos anulado y poco en cuenta, Para Zetina, un simple paseo por
el campo, el mar, la montaña o por un parque próximo a casa, puede
transformarse en toda una aventura y experiencia de descubrimiento, si
se realiza con gusto. Y todo esto nos ayudará a recuperar al niño
interno herido.
El libro El Principito, con el que inicié este
texto, termina de la siguiente manera: “...si algún día, viajando por
África cruzan el desierto. Si por casualidad pasan por allí, no se
apresuren, se los ruego, y deténganse un poco, precisamente bajo la
estrella. Si un niño llega hasta ustedes, si este niño ríe y nunca
responde a sus preguntas, adivinarán en seguida quién es. ¡Sean amables
con él! Y comuníquenme rápidamente que ha regresado”.
¿CÓMO RECONOCER AL NIÑO INTERIOR HERIDO?
Estas preguntas, otorgadas por la ACA, le darán una visión general de
hasta qué punto su niño está herido, si su respuesta es afirmativa a 5 o
más, necesita trabajar en su niño interior. Responda honestamente.
1. ¿Experimento ansiedad siempre que pienso en hacer algo nuevo? SÍ/ NO
2. ¿Me gusta complacer a la gente y carezco de identidad propia? SÍ/ NO
3. ¿Soy rebelde. Siento que vivo cuando entro en conflicto? SÍ/ NO
4. ¿En lo más profundo de mi ser, siento que hay algo que no está bien? SÍ/ NO
5. ¿Soy acaparador). Me afecta desprenderme de cualquier cosa? SÍ/ NO
6. ¿Me siento inadecuado como hombre/mujer? SÍ/ NO
7. ¿Estoy confuso acerca de mi identidad sexual? SÍ/ NO
8. ¿Me siento culpable cuando si defiendo algo y prefiero ceder? SÍ/ NO
9. ¿Tengo dificultades para empezar las cosas? SÍ/ NO
10. ¿Tengo dificultades en terminar las cosas? SÍ/ NO
11. ¿Rara vez tengo un pensamiento propio? SÍ/ NO
12. ¿Me critico constantemente por ser inadecuado? SÍ/ NO
13. ¿Me considero un pecador y tengo miedo de ir al infierno? SÍ/ NO
14. ¿Soy inflexible y perfeccionista? SÍ/ NO
15. ¿Siento como si nunca hiciera bien las cosas? SÍ/ NO
16. ¿Siento como si no supiera lo que quiero? SÍ/ NO
17. ¿Temo que me abandonen o me rechacen? SÍ/ NO
18. ¿Mi vida está vacía. Estoy deprimido la mayor parte del tiempo? SÍ/ NO
19. ¿No me gusta que me toquen? SÍ/ NO
20. ¿Rara vez sé lo que siento? SÍ/ NO
21. ¿Me da vergüenza llorar? SÍ/ NO
22. ¿Me avergüenza estar asustado? SÍ/ NO
23. ¿Me avergüenzan mis funciones corporales? SÍ/ NO
24. ¿Tengo trastornos de sueño? SÍ/ NO
25. ¿Desconfío prácticamente de todo el mundo? SÍ/ NO
26. ¿He estado o estoy casado con un adicto? SÍ/ NO
27. ¿Soy obsesivo o dominante en mis relaciones? SÍ/ NO
28. ¿Tengo miedo a figuras autoritarias? SÍ/ NO
29. ¿Detesto estar solo y hago cualquier cosa para evitarlo? SÍ/ NO
30. ¿Evito conflictos a toda costa? SÍ/ NO
(de: http://www.altaeducacion.org)
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